Pekín. Uno de los mayores errores de los políticos es ceñir el comercio exterior a un intercambio bilateral, siendo que en realidad es un asunto sistémico. Cualquier sanción entre Estados Unidos y China no se queda ahí –en el traslado de las ineficiencias en la demanda interna de una economía a otra–, necesariamente termina por afectar a otra parte de esa red, explica Michael Pettis, especialista en finanzas que por más de dos décadas ha presenciado en el lugar de los hechos el auge de la economía china y el ascenso de ésta a una potencia global.
Pettis, profesor de Finanzas en la Universidad de Pekín, considera en una entrevista con La Jornada que México y otros países en desarrollo de América Latina pueden beneficiarse del conflicto comercial que se está dando entre Estados Unidos y China, pero deben pensar cómo será su modelo de desarrollo, puesto que actualmente la lógica de competir en el comercio global se está dando a costa de suprimir los salarios y monedas débiles.
Los superávits comerciales al final implican que la demanda interna, sobre todo el consumo, no es lo suficientemente fuerte para absorber lo que se produce en una economía y de ahí que se traslada hacia otra en forma de exportaciones; el país que compra la producción también recibe de alguna manera la entrada de capitales, lo que permite mantener una moneda fuerte.
La forma más sencilla de competir en el comercio global no es a través de la productividad, sino bajando salarios y deteriorando la participación de los hogares en la producción; al hacer esto, los países reducen su contribución a la demanda mundial, pero obtienen una mayor cuota en ésta, explica Pettis durante la entrevista, realizada en su casa, un espacio de encuentro para artistas y músicos de la escena alternativa de la capital, en medio de un hutong.
En una conversación que va sobre sus principales intereses en China, la música, el arte y el comercio global en medio de nuevos parámetros geopolíticos, Pettis enfatiza que las medidas anunciadas por la próxima administración de Estados Unidos no son ideales, puesto que no resuelven el tema de fondo, debido a que los déficits comerciales también implican una entrada de capitales que sirven para mantener un dólar fuerte y es ahí donde se podrían pone en práctica algunas tarifas.
China tiene problemas de demanda interna que están siendo trasladados a otros países, explica Pettis, quien también ha forjado un papel internacional como experto en los vínculos comerciales entre este país y Estados Unidos.
La economía china arrastra una elevada producción sin que el consumo responda. No sólo se debe a una alta tasa de ahorro, sino a que los salarios no han subido a la par de la productividad, mientras el Estado y las empresas conservan su cuota en la producción a costa de lo que pueda quedar en las familias.
La baja participación de los hogares en la producción es el anverso a la cuota que acumulan las empresas, así que éstas son competitivas internacionalmente no necesariamente por su eficiencia, sino porque los trabajadores subsidian la producción.
Incrementar los salarios implica que el Estado o las empresas pierden parte de su participación en el producto interno bruto (PIB). De ahí que se tiene que seguir trasladando esa producción vía exportaciones a otros países.
Este exceso de producción es recibido por Estados Unidos e indirectamente por terceros países como México, a través de los cuales se terceriza parte del comercio exterior. Al final, considera Pettis, el intercambio comercial entre países requiere reformar el comercio global siguiendo los lineamientos propuestos por Keynes en 1944 y hacer más difícil que las economías desequilibradas utilicen el sistema de comercio global para exportar sus problemas internos.