La ironía es que No Other Land, un documental sobre la demolición sistemática de residencias de palestinos en Cisjordania, no pueda encontrar un hogar cinematográfico, ni con un distribuidor tradicional ni con algún servicio de streaming en Estados Unidos.
Los productores han optado por autodistribuir esta poderosa y aguda mirada a las políticas de Israel en tierras ocupadas, a pesar de que la película recibió una nominación al Oscar y ganó en el Festival Internacional de Cine de Berlín, los Gotham Awards y los premios de la Asociación de Críticos de Cine de Los Ángeles.
No Other Land es, por su naturaleza, una pieza de defensa. Aquí no se exploran ambas partes. Los cineastas, un colectivo palestino-israelí de cuatro directores, dejan en claro que esperan que al documentar su situación se presione a Estados Unidos para que obligue a Israel a detener la destrucción.
El documental se cuenta principalmente desde la perspectiva de Basel Adra, un activista nacido en Masafer Yatta, un conjunto de aldeas en las montañas del sur de la Cisjordania ocupada. Los israelíes han ordenado a los palestinos desalojar el territorio para hacer espacio para un campo de entrenamiento militar.
Filmada entre 2019 y 2023 –el rodaje terminó antes de que estallara la guerra entre Israel y Hamas–, los buldóceres llegan y nunca se detienen, protegidos por soldados, arrasan con simples hogares de concreto. Los residentes se retiran a cuevas, aunque con conexiones de televisión de alta definición. Luego intentan reconstruir, a menudo bajo el amparo de la noche. Entonces, las excavadoras regresan.
Nos destruyen lentamente. Cada semana, un hogar, dice la narración. Cada semana una nueva familia debe decidir: resistir o dejar su tierra.
Adra y el coguionista y codirector palestino Hamdan Ballal están acompañados por un periodista israelí, Yuval Abraham, quien llega a Masafer Yatta con la cineasta Rachel Szor. A Abraham le preguntan directamente a su llegada: ¿Qué piensas sobre lo que tu país nos está haciendo?. Su respuesta: Creo que es un crimen.
Es una película desgarradora: soldados, con un permiso vago de un tribunal en el que los palestinos no tienen voz, empujan a mujeres mayores y niños, no responden a sus súplicas de detenerse y simplemente alejan a los moradores cuyas familias han vivido en la región desde 1830. Los residentes no pueden votar y sus placas de matrícula los diferencian de los israelíes. Esperan que suficientes me gusta en las redes sociales puedan cambiar su situación.