Exige Trump a Irán la rendición incondicional

Washington. Donald Trump se está enfrentando al hecho de que es más difícil gobernar que hacer campaña. El domingo, el mandatario declaró al mundo por su red social que Irán e Israel deben llegar a un acuerdo, pero ayer demandó la rendición incondicional de Teherán, y estos giros inesperados también han marcado sus políticas antimigrantes y de comercio.

La Casa Blanca reitera que estos giros son parte del estilo de negociar tan elogiado (por él y su equipo), y no revelan ningún cambio de política, titubeos o incertidumbre. Pero si decide o no sumar a Estados Unidos a la guerra de Israel contra Irán, lo que sí queda expuesto son fracturas profundas en el llamado movimiento MAGA (Make America Great Again), que también han afectado y pueden detonar graves problemas en otros rubros, desde migración, aranceles y hasta las relaciones con México.

Esta semana, tres figuras con gran influencia en el movimiento trumpista, el locutor y comentarista Tucker Carlson, el comentarista y estratega político derechista Steve Bannon y el organizador del movimiento estudiantil conservador Charlie Kirk, se pronunciaron públicamente en contra de impulsar una guerra contra Irán. Si Estados Unidos promueve el cambio de régimen en Irán, no sería la primera vez. También lo hicimos en los años 50. El resultado de ese golpe de Estado fue, a largo plazo, desastroso, comentó Kirk en su programa de radio. Bannon y Carlson atacaron a los belicistas que intentan arrastrar al presidente a una guerra innecesaria con graves consecuencias para Estados Unidos.

Durante su campaña presidencial, Trump declaró repetidamente que pondría fin a todo involucramiento de Washington en guerras en el mundo con el propósito de enfocarse en Estados Unidos primero. Criticando a sus antecesores demócratas y republicanos por crear conflictos bélicos fútiles , prometió que sólo él podría lograr un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia en 24 horas, evitaría la guerra con China, tal vez un acuerdo de paz con Corea del Norte, y una vez en la Casa Blanca dijo que estaba logrando un convenio con Irán.

Pero al salir de la reunión del Grupo de 7 países más desarrollados, el lunes, para regresar a Washington, la retórica de Trump indica que ahora está favoreciendo la opción militar en torno a Irán. “Sabemos exactamente dónde se está escondiendo el llamado ‘Líder supremo’. Es un blanco fácil, pero está seguro ahí –no lo vamos a eliminar (¡matar!)–, por lo menos no por ahora”, amenazó. Admitió que Estados Unidos ya está directamente involucrado, afirmando: “nosotros ahora tenemos control completo y total de los cielos sobre Irán y concluyó con otro mensaje: ¡Rendición incondicional!.

Con ello, no sólo detonó un torrente de especulación entre los expertos y los medios –justo lo que deseaba– sino que dejó al descubierto la ausencia de consenso dentro de su propio círculo.

A la vez, ante los nuevos tambores de guerra, legisladores demócratas, y notablemente algunos republicanos, impulsaron proyectos de ley para obligar al jefe del Ejecutivo a solicitar autorización del Congreso antes de ordenar acciones militares contra Irán. El senador independiente Bernie Sanders encabezó esa iniciativa en la Cámara alta con otros siete colegas. Uno de ellos, el republicano Rand Paul, declaró: no es la tarea de Estados Unidos involucrarse en la guerra israelí contra Irán. En la Cámara baja, el demócrata Ro Khanna se unió al republicano ultraconservador Thomas Massey a fin de promover un proyecto de ley paralelo al de Sanders, apoyado por los progresistas Alexandria Ocasio-Cortez, Greg Casar, Jesús Chuy García e Ilhan Omar, entre otros.

Ninguno de estos proyectos de ley prosperarán a tiempo para frenar al presidente si decide atacar a Irán, pero el intenso debate público sobre el tema también está en la Casa Blanca desde el inicio. Lo que cuentan es que todos están buscando la atención del mandatario, y las batallas sólo se están calentando cada vez más, comentó a La Jornada una fuente que conversa de manera constante con integrantes del gabinete y sus segundos en el gobierno de Trump.

Estas pugnas sobre Irán y guerras también suceden en torno a otros temas. Fue Trump quien aseguró que las amenazas de aranceles resultaría en acuerdos comerciales favorables para Estados Unidos sin provocar inflación, y que el manejo de la política antimigrante tendría beneficios inmediatos para el país. Pero en todos estos rubros, Trump no ha logrado cumplir con sus promesas y, más aún, están ahora en-fureciendo a partes de sus bases conservadoras y generando rechazo a sus políticas entre supuestos aliados.

Eso se manifestó la semana pasada cuando Trump ordenó a su Servicio de Migración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) pausar redadas en los centros de trabajo de los sectores agrarios, restauranteros y hoteleros después de recibir quejas y presión de empresarios, pero para el lunes se reportó que la Casa Blanca anulaba esa orden en aras de continuar con los operativos de forma general.

Esa misma dinámica ocurre con los aranceles: el secretario del Tesoro, Scott Bessent, explicó la semana pasada que espera extender la pausa de 90 días sobre tarifas de importación con algunos de los principales socios comerciales de Estados Unidos. No obstante, otro asesor del presidente, Peter Navarro, insistió la semana pasada en que los aranceles de 50 por ciento al acero son necesarios para blindar a la industria estadunidense.

Estas disputas internas están incluso afectando la relación con México, más allá de los temas de siempre. Fue Charlie Kirk quien acusó primero, en su influyente podcast, que Claudia Sheinbaum estaba alentando protestas violentas en Los Ángeles.

Menos de 12 horas después, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, repitió esa acusación en una reunión en la Casa Blanca con el presidente. Trump no lo reiteró, pero tampoco corrigió.